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julio 11, 2016

Un barco nunca descansa por completo

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Son las 3.00 a.m. Ha comenzado un nuevo día para mí. El resto del personal duerme plácidamente mecido por las olas del mar en una noche tranquila de verano, lo que nos ha permitido quedar a la deriva desde que terminamos los trabajos de ROV, al Este de Malta. Despido a mi compañero que ha estado de guardia y que está ansioso por arañar unos minutos de descanso en la tranquilidad de la noche, no sin antes recibir la información de lo acaecido durante sus dos horas de responsabilidad. Algunas noches de temporal de invierno, cuando estoy en casa y me despierto para disfrutar de la tormenta mirando por la ventana, pienso en un marino que estará en ese duro mar helado de frío, calado hasta los huesos, sin dormir ni comer nada decente desde hace horas, en el cockpit recibiendo viento, olas y lluvia, sujetando con fuerza la rueda del timón e intentando diferenciar de dónde le viene más agua a base de sacar la lengua y comprobar si predomina lo dulce o lo salado. A veces yo soy ese compañero y miro las luces de las casas y me imagino a mí mismo mirando por la ventana, al calor del hogar… Es dura esta adicción, qué respeto merecen los que la sufren y a la vez la disfrutan. Ahora voy a arrancar motores y perturbar la tranquilidad de todos, me toca llevar a cabo esta tarea tan poco amable. Batimetría de la zona que exploraremos con el ROV. En unas horas todos despertarán y volverá la vida diurna al Ranger, voy a disfrutar de lo que me queda de soledad.